El aislamiento no ha resultado ser como esperaba, creí volverme loca cuando me encerraron, pero sinceramente lo he llevado mejor de lo que creía. Aprovecho la soledad para escribir, dedicar mis horas a esta pasión mía que es expresar los sentimientos y dar forma a través de las palabras a la silueta de mi alma, que siempre vuela libre a pesar de las circunstancias de mi vida, una afición que quizás sea lo único que en estos instantes me mantiene viva, aún en pie. Espero la resolución del jurado, aunque con toda seguridad me condenen a muerte. Escribo mi historia para dejar constancia de que llevo cumpliendo una condena a muerte desde los diecisiete años, que si terminan con mi vida quizás me hagan un favor, quizás ha llegado el momento de desarrollar el terrible y cruel desenlace de mi vida. * * * Recuerdo el día en el que le vi al entrar a la Iglesia cuando nos casamos, recuerdo el ardor que me recorrió el cuerpo, ese revoloteo de amor que baila en el alma, las ganas irref